¿ escrache o apretada ?
¿ escrache o apretada ?
mayo de 2008
La movilización de propietarios rurales a la casa de Agustín Rossi no sólo merece
repudio sino también reflexiones. Va una.
Se autodenominó y fue caracterizada por la prensa
libre como “escrache”. No lo fue y las palabras importan. El escrache como
forma de protesta tomó notoriedad entre nosotros como una manera de señalar y
estigmatizar a los represores, asesinos y torturadores de la última dictadura.
Recurrieron a estas movilizaciones víctimas de aquélla, sus familiares, deudos
y amigos, ciudadanos convencidos de que era un deber señalar a los verdugos
ante la denegación de justicia y la consagración de la impunidad. En una
sociedad donde –ante tamaños males- no hubo ni un solo hecho de venganza, y en
donde la impunidad exhibida y celebrada era un nuevo remache sobre el dolor y
las heridas abiertas, ese accionar –el escrache- se ganó un lugar. El escrache
señala y pone en escena, saca a la luz una conducta antisocial que las
instituciones no condenan. Condena social como tenue paliativo, ya que hay
denegación de justicia.
Aunque algunos inteligentes periodistas republicanos
hayan pretendido equipararlo no existe punto de contacto entre asesinos
torturadores que impunes se mimetizaban con la sociedad, sin dar la cara ni
haber debatido nunca (las asesinatos y las torturas no sólo eran crímenes, sino
que lo eran en la oscuridad), no existe punto de contacto, digo, entre ellos y
un militante político, hoy diputado, que defiende al gobierno del que forma
parte, que vota lo que dijo que votaría en la campaña electoral, que vive en el
mismo lugar desde hace años, conocido por sus vecinos y que expresa su verdad
tranquila y claramente. No se trata de un escrache, entonces.
Se me dirá que las metodologías no son propiedad de
nadie y que pueden evolucionar y difundirse. Que no podemos enojarnos porque la
derecha reaccionaria adopte formas de acción que provienen o se forjaron en
militancias populares, obreras o izquierdistas. Se me recordará la observación
de Ernesto Sábato sobre cómo puede La Gioconda de Leonardo ilustrar una lata de
dulce de batata, que un historiador del futuro podrá no saber cuál fue primero,
y que ambos, copia y original, tendrán validez equivalente. Se me dirá entonces
que aunque haya surgido como herramienta ante causas graves, bien puede un
accionar ir adoptando modos menos dramáticos y, al reproducirse sucesiva y
descendentemente, salirse de molde y perder nitidez. Puede. Pero destaquemos
que aún en sus adaptaciones el escrache siempre tuvo que ver con una idea o
sentimiento de denegación, total o parcial, de justicia (Cromagnon,
inundaciones de Santa Fe).
Esto no fue un escrache, entonces, aunque así lo hayan
querido disfrazar para darle cierta legitimidad “en la calle”. Fue un apriete.
“Que se vayan todos los que no piensan como yo”. Nazis y fascistas decidieron
en sus comienzos apropiarse de formas de accionar de la izquierda, y a las
huelgas obreras opusieron patotas patronales de burgueses asustados.
No digo que Ugolini sea fascista -nunca me ha gustado
gastar las palabras- pero lo que hace es desleal y peligroso (1). Los
repúblicos bien pensantes, eternos llorones de nuestras desgracias, deberían
dar cuenta de esto. Desconfío de quienes no se movilizaron ante los asesinos -asesinos
a los que nunca les preocupó el federalismo, asesinos que se opusieron a la
distribución justa de la riqueza- y ahora son cultores de la república, las
instituciones y la libertad.
Las imágenes de la juventud cruceña que clama por su
autonomía en Bolivia, que rechaza “la dominación colla” exhibiendo esvásticas
en sus camionetas cuatro por cuatro y muele a palos a los seguidores de Evo
Morales están unos pasos adelante. Sería bueno no dar esos pasos.
(1) Jorge Ugolini, presidente de la Sociedad Rural de
Rosario, promotor de la manifestación de propietarios rurales que fueron a
patotear a casa Agustín Rossi.
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