tenés el mate lleno de infelices ilusiones


tenés el mate lleno de infelices ilusiones
diciembre de 2009
Una amiga misionera me envía un texto que circula por internet y que ya había recibido alguna vez. Antes de contestarle, lo releo:
El mate
El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la segunda "¿unos mates?". Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres.
Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide.  Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El otro responde: "Como tomes vos".
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí.
El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores.
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate. Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras EL otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!"
Es el compañerismo hecho momento. Es la sensibilidad al agua hirviendo. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?".
Es la modestia de quién ceba el mejor mate. Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día. Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.
Y releído le contesto:
Mi querida amiga:
Siendo que tuviste que ver con que empezara a consumir yerba de modo sistemático, vayan unas líneas a favor de tu mensaje (reenviado) sobre el mate.
El texto está bien pensado y tiene componentes solidarios, comunitaristas, populares, tradicionales, "nacionales". Y escrito con prosa llana y más que cuidada para lo que son estos mensajes que circulan por internet. El hallazgo mayor es lo de sus características inversas a la TV, de charlar cuando estamos juntos y pensar cuando solos.
Evocando tan buenos recuerdos agradezco por tanto el envío.
. . . . .
Siendo que una de nuestras afinidades ha sido el indudable espíritu crítico del que sos portadora, vayan unas líneas no apologéticas sobre el mensaje de marras.
Moderna semiología entrerriana advierte que el re-envío de mensajes en internet encubre conductas (¿tendencias?) en que "hacemos como que nos comunicamos" y "creemos que nos comunicamos". Es una manera fácil de avisar a los demás, con un simple "re-enviar a todos" que aquí estamos y los tenemos presentes. Sin aportar nada de factura propia. Justamente lo contrario a lo que sería el contenido explícito y evidente del mensaje. Si El medio es el mensaje, la perspectiva es inquietante y actualiza la paradoja señalada en aquel libro de McLuhan.

El mensaje, por otra parte, tiene contenidos inteligentes, nacionalistas y populares, pero ... "nos parecemos víctimas y verdugos", pretendidamente una frase amable, ¿no encierra peligros conceptuales? ¿Qué fue de la reflexión de Jauretche sobre Félix Luna reconciliando a Sarmiento y Peñaloza, que no podía dar la mano al primero por ocuparla sosteniendo su cabeza cortada? “¡No somos jueces, somos fiscales!” bramaba el forjista.
Y el recetario de buenos modales del final parece un modesto remedo de máximas victorianas. La supuesta capacidad de atravesar conflictos políticos o religiosos ¿remite a  la vieja ilusión del crisol de razas, donde la discriminación no entra?  ¿Anula el desprecio a los paraguayos de carne y hueso la pretensión clasemedista de una yerba mate que iguala como el guardapolvo blanco? Derrumbándose el mito de la educación primaria argentina,  ¿busca llenar su lugar este modesto igualador simbólico? 
¡En guardia, mi vieja amiga!  Que esta visión de mate dulce no venga a ocultar las contradicciones y conflictos.
¿No busca el mensaje atenuar la dialéctica de la historia, no busca diluir los conflictos en que surge, brota y se despliega la conciencia? ¿Estamos ante un nuevo bonapartismo, en que las masas gritan no ya por salchichas sino por yerba con gusto a pomelo? ¿Qué fue de los tangueros ecos de denuncia proletaria del "yerba de ayer secándose al sol"?
. . . . . . . .
Siendo que mientras algunos peinamos canas otras canas yacen sepultadas por tinturas variadas, y suponiéndonos más viejos y ecuánimes, ya que no más sabios; vayan unas líneas más equilibradas como cierre provisorio de esta reflexión:
 Quizá no esté mal que, con todos sus defectos, este mensaje se propague en el ciberespacio. Es un poco como Felipe Pigna, el Félix Luna del siglo XXI. Aunque uno no comparta sus puntos de vista, aunque enoje a algunos académicos porque gana plata (académicos que no logran traducir sus becas y sueldos universitarios en ninguna masividad ni amor de nadie por la historia) y aunque parezca un divulgador para clase media porteña post-corralito, tiene el mérito de difundir nuestra historia, generando debates y polémicas.
 En el mismo sentido, el texto sobre el mate, aún con su liviandad dominguera, con sus aires de propaganda televisiva inteligente, con su apelación al componente plácido del ser nacional, enriquece el promedio de reflexión electrónica.
Bienvenido y gracias, entonces.

Comentarios

  1. Buena costumbre aunque a veces no merecidamente correspondida la de analizar los textos circulantes reenviados por internet (¿por qué no suele figurar el nombre de quien los creó, falsa o real modestia, filantropía o miedo a no se sabe qué?

    En mi caso, cuando tenía esta costumbre (ya no la tengo fundamentalmente porque no me llegan textos, no sé si porque han pasado de moda o es que el mundo me ha dejado solo); cuando tenía esta costumbre, solía personalizar la respuesta con el nombre de quien lo había recibido. En este caso, hubiese titulado "Mi querida amiga Amalia Andrada:"...

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